Cual María la del Barrio de colonia clase mediera, o chilango proletario con hartas aspiraciones burguesas, nos la creemos nosotros mismos. Sentimos que somos la siguiente estrella del firmamento artístico por descubrir (aunque seamos solo nosotros mismos quienes estemos seguros de ello).
¿Por qué nos ciega de esa manera el narcisismo y la autoestima? Por qué creemos que, al igual que María Mercedes nos vamos a casar con el Junior de la casa y dejaremos de ser sirvientas para pasar al mundo de la farándula del Primer Mundo?
Lo que yo le he comentado a varios de mis cuates es el “detalle” del dinero. Detalle que los “artistas” emergentes consideran que lograrán soslayar con el harto talento que los acompaña y que el mundo debe reconocer para terminar rendido a sus pies.
Total, si Marimar vivía con su abuelita al lado del mar, compró un “cachito” y se volvió rica, entonces nosotros también con un poco de talento (a veces nada), y otro poco de suerte, vamos a ser descubiertos por un Caza –talentos, y las discográficas multinacionales se pelearán por conseguir nuestro autógrafo estampado en un contrato por unos… 3 álbumes de música excelsa.
Y nos la creemos… Esa es la verdad. Tomamos como una realidad plausible que tanto Verónica Castro en “Los Ricos También Lloran” y/o Victoria Rufo en “La Fiera”, pasaron de ser la Criada de la familia Rica para terminar como la Primera Dama de una casona de Bosques de las Lomas.
Ya no tendremos que terminar la carrera de “Contador”, ya no tendremos que trabajar en una pinche oficina de 9 a 6, ya no tendremos que viajar en “pesero” ni en metrito. Ya no tendremos que escatimar en gastos a la hora de vestirnos, y nos la pasaremos tragando con los cuates en buenos restaurantes de “La Condesa” y “Massaryk”. ¡Ah, que maravilla!
Y lo peor de todo es que el sueño en El País del nunca jamás, nos impide escuchar a los amigos que responsablemente nos aconsejan poner los pies sobre la tierra. “¿Quién se cree este hijo de la chingada para pretender venir a truncar mi carrera al estrellato? Pinche envidioso”.
En ese momento, los amigos sensatos, se metamorfosean en “Cándida y Dulcina” (Liliana Abud y Laura Zapata), esa especie de hermanastras porfirianas cuyo único sentido de vida era el hacerle la vida imposible a la pobre de Rosa Salvaje. En este caso ese par de ojetes quieren que renunciemos a nuestro sueño dorado, seguramente por que nos tienen coraje de nuestro talento excelso o simple envidia y frustración.
Y lo más irónico del asunto es que años después, cuando la vida en su sabio proceder, nos ubica en nuestro contexto, y terminamos dando clases de macramé en el Centro Social de Chimalhuacán, o atendiendo el OXXO en el horario nocturno, nos acordamos de nuestros sueños guajiros de juventud, comentando con nuestros amigos fieles y detractores (sí Cándida y Dulcina): “¿Te acuerdas todo lo que quería hacer?” “¿Te acuerdas de mis planes rumbo al estrellato?” “¿Te acuerdas como me cagabas y yo me encabronaba?” “¿Cómo te reías de mis ínfulas de estrellita marinela mientras yo hacía rabietas por saberme incomprendido?”.
No cabe duda que la vida misma, en su infinita sabiduría, nos enseña finalmente que María la Madrastra (Victoria Ruffo), no reconquista el amor de Esteban San Román, y que Bruno (René Casados) Mendizábal no es tan perverso ni ridículo como en el célebre melodrama.
La vida real no es una serie de situaciones absurdas ni enredos descabellados como la más cándida de las telenovelas del Canal de las Estrellas…
Y lo más irónico del asunto es que años después, cuando la vida en su sabio proceder, nos ubica en nuestro contexto, y terminamos dando clases de macramé en el Centro Social de Chimalhuacán, o atendiendo el OXXO en el horario nocturno, nos acordamos de nuestros sueños guajiros de juventud, comentando con nuestros amigos fieles y detractores (sí Cándida y Dulcina): “¿Te acuerdas todo lo que quería hacer?” “¿Te acuerdas de mis planes rumbo al estrellato?” “¿Te acuerdas como me cagabas y yo me encabronaba?” “¿Cómo te reías de mis ínfulas de estrellita marinela mientras yo hacía rabietas por saberme incomprendido?”.
No cabe duda que la vida misma, en su infinita sabiduría, nos enseña finalmente que María la Madrastra (Victoria Ruffo), no reconquista el amor de Esteban San Román, y que Bruno (René Casados) Mendizábal no es tan perverso ni ridículo como en el célebre melodrama.
La vida real no es una serie de situaciones absurdas ni enredos descabellados como la más cándida de las telenovelas del Canal de las Estrellas…
pues yo si espero una vida maravillosa como en las "telenovelas",..... soñar no cuesta nada y bien ke alivia la depre....
ResponderEliminarabrazos Demian
Andy
Andy: Primeramente, gracias por el comentario.
ResponderEliminarAhora bien, lo escrito aquí es solo una opinión acerca de situaciones que se van dando en mi vida. No es nada personal ni contra nadie. Si tu opinas diferente, chévere. Que viva la diversidad. Jamás habrá tos por ello.
Un abrazo.
D Bulsara.
respeto tu opinión pero créeme q conozco historias verdaderas q son una telenovela entera, asi que... no todas las situaciones de las telenovelas son falsas... como dice Andy soñar no cuesta nada y si se lucha x los sueños NADA ES IMPOSIBLE... deseo q tus sueños se te cumplan :D
ResponderEliminarHola Anónimo. Se trata solo de una muy personal opinión, y respeto tu derecho a diferir. Gracias por leer el blog y opinar.
ResponderEliminarSaludetes.
Demian Bulsara
A mi me pasa algo semejante, aunque la mayoría de las obvias que conozco se identifican con las villanas, ya sabes; el exceso de maquillaje, la ropa, el drama, las ganas de chingar a la bonita, personalmente soy fan de los diálogos ridículos y fantasiosos de las novelas y respecto a tu publicación en facebook mi villana interna te diría "cómo no va a ser humilde tu opinión, si tu eres una maldita sirvienta de provincia".
ResponderEliminarjajajajajajajajajajajajajajajajajaja!!! ¡Eso! Saludetes
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