En el último número de Rolling Stone México (Ahora ya es una publicación difunta), aparece publicado un correo electrónico de alguien que tiene 18 años en referencia a la nostalgia por la desaparición de los disco (ya sea en vinil y/o compactos).
Cuando se habla de los discos, se toca mucho la parte nostálgica y romántica que acompañaba a los discos: que si el booklet, que el sentir la propiedad de ediciones especiales, que si el sonido de los Acetatos.
Sin embargo, desde mi punto de vista, no se toca el punto medular del caso: Los precios de los discos y las disqueras.
Muy pocas veces el artista se ha visto beneficiado por las ventas de sus propios discos (los artistas ganan varo mas bien por sus conciertos y presentaciones), así que quienes se benefician directamente con el exorbitante precio de los discos son, obviamente, las disqueras.
Para una persona promedio en México con un chorro de necesidades primarias como el comer, vestir, etc, resulta prohibitivo hacerse de un disco compacto original con un costo de, digamos, doscientos pesos. Por supuesto que le sale mucho mas redituable para su frágil economía hacerse de un disco pirata de diez pesos en el comercio informal.
¿En qué consiste esa enorme diferencia entre diez pesos de un disco pirata y doscientos pesos de uno original? ¡Estamos hablando de un precio 20 veces más caro!
Las disqueras se defienden diciendo que la diferencia son impuestos, derechos, publicidad, gastos, etc. Pero nadie habla de la plusvalía y de los jugosos contratos con los artistas que la mayoría de las veces dejan a éstos últimos en la calle y sin ser dueños de su propia música.
Los dueños de las disqueras (como buenos capitalistas), son voraces y avariciosos; por eso tantos grupos prefieren ahora forman disqueras independientes y que comercializan su propia música. Y si no que le pregunten a Tom York. El disco “In Rainbows” de Radiohead es el principio del fin de las disqueras gracias a dios.
A partir de ello, espero que cada vez más artistas y artistas comercialicen su propia música, obtengan ganancias sí, pero que no sean tan manchados como las disqueras que oprimen por una parte al artista, y después se la dejan caer al melómano con precios de discos estratosféricos.
Señores, la diferencia de precio entre un disco original y uno pirata es esa pinche infame tajada que se llevan los dueños de las disqueras aprovechándose de artistas y melómanos.
No estoy tan en contra de la piratería como lo estoy de la explotación, la globalización, y los monopolios. En este país donde 20 familias lo controlan todo y tenemos a segundo wey más rico del mundo, nos debería de dar vergyuenza que 50 millones de personas vivan con lo mínimo para sobrevivir día con día y que de acuerdo al PNUD, en desarrollo humano nuestro país se encuentre un peldaño debajo de Cuba.
El capitalismo caníbal también vive en las disqueras y la música. Así que la desaparición de los discos tiene una razón de darse y un background, es decir la colita que les pueden pisar a las disqueras. No chillen weyes, aguántense.
Adiós discos: Los voy a extrañar un buen.. Disqueras: Chinguen a su madre.
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